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EL AFRICANISMO ESPAÑOL Y LA CUESTION DE MARRUECOS

Actualizado: 28 ago 2021



EL AFRICANISMO ESPAÑOL Y LA CUESTION DE MARRUECOS

Expediciones, Misiones y Política Africanista Durante El Siglo XIX



Lamiae El Amrani escribe |

El Africanismo español nace con el objetivo de ser una empresa política, y también como una ideología que refleja el pensamiento nacional de la segunda mitad del siglo XIX. Aunque surge en el siglo XV, durante el siglo XIX es cuando empieza a seguir la ideología que desarrolla Europa en su relación con Oriente.

Europa se interesa por el continente africano durante el siglo XIX, sin embargo, en vez de desarrollar un interés intelectual por este continente, se inclina por la parte de los países árabes del Oriente Medio. Este Orientalismo europeo, fue seguido por España en sus bases ideológicas, sólo que para poder realizar la investigación sobre la cultura árabe, los intelectuales españoles no necesitaban irse a Oriente, por ello “el pasado arábigo-andalusí del país empezó a ser estudiado con método y benevolencia durante la segunda mitad del siglo XIX”[1]. Así que esta corriente orientalista en España, y debido al interés que desarrollaba esta última por África, rápidamente deja de ser Orientalista para ser Africanista.


Sin embargo, este interés intelectual fomentado cada vez más por los distintos gobiernos liberales, se irá reflejando en los estudios e investigaciones que se van realizando por diferentes sectores. Éstos irán engrosando la bibliografía relacionada tanto con los temas árabes andalusíes y moriscos como con los temas africanos. Pero este pensamiento intelectual que podemos calificar de arabista y africanista a la vez, se irá reduciendo desde lo que al principio era una ideología que abarcaba todo lo relacionado con el continente africano, debido a la presencia de España en Guinea Ecuatorial desde el año 1788, hasta limitarlo sólo a Marruecos. Por lo tanto, se iniciarán varios estudios con el objetivo de tratar lo que se va a denominar la cuestión marroquí, y por ello varios historiadores calificarán esta ideología africanista española de Marroquismo.



En realidad, desde el primer momento el Africanismo español desarrolla un interés especial por el estudio de los temas relacionados con la cuestión marroquí, por eso desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX se van a crear varias asociaciones, revistas y periódicos que investigarán todo lo relacionado con Marruecos, desde la Antropología, Geografía, Etnología, Historia, Botánica, Geología, hasta Comunicación, Literatura, Arte Militar, Sociología, y Religión.


No debemos olvidar que la ideología africanista lleva arrastrándose, como hemos dicho, en la política exterior española desde el siglo XV y XVI, periodo en el que aparecen las primeras estructuras de este africanismo. Ya en la época de Isabel la Católica, ésta señala, en su testamento la continuación de la reconquista en el Norte de África. Por ello esta ideología era un telón de fondo en la política colonial española que se aparcó tras el descubrimiento de América, aunque siempre estuvo vigente, hasta que por fin vuelve a reanudarse y cada vez con más fuerza, a mediados del siglo XIX, exactamente después de la pérdida de varias colonias españolas en el continente americano y la conquista francesa de Argelia. Sobre esto afirma Ganivet en su libro Ideario Español lo siguiente:

“En tiempos de los Reyes Católicos, la política de España en África tenía que ser una lógica continuación de la Reconquista:

La política de Castilla era africana o meridional, porque la toma de Granada y la terminación de la Reconquista no podía ser el último golpe contra los moros; entonces estaba aún pujante el poder musulmán y debía temerse una nueva acometida, (…); aparte de esto, era lógico que la respuesta se acomodase a la agresión, que no terminase en nuestro suelo invadido, sino que prosiguiera en el territorio de nuestros invasores.”[2]

Las primeras bases del Africanismo eran, como hemos visto hasta ahora, político-militares, pero con el tiempo se les añade la característica de investigación, y así surge un Africanismo científico y cultural a la vez.

Los primeros pasos de este africanismo cultural aparecen en el siglo XVI, después de la expulsión de los moriscos de Granada, cuando Fray Pérez de Alcántara escribe el primer libro en el que se trata La lengua arábiga y Vocabulario arábigo en lengua castellana, en el año 1505 en Granada. Tras varios años Luís de Mármol y Carvajal publica, en 1573, su libro sobre la Descripción general de África y Diego Torres edita la Relación del origen y sucesos de los Cherifes, en 1586.



En este mismo siglo XVI, también se realizaron algunas investigaciones sobre el continente africano en general, de ellos podemos citar a varios escritores como Baltasar de Morales que publica Diálogo de la guerra de Orán, en 1592, al erudito Padre Haedo escritor de un libro titulado Argel, editado en 1612, Francisco José de las Cuevas, autor de La guerra de Tremecén, Gómez Losada, Francisco Silvestre y Diego de Fuentes[3], entre otros.

Sin embargo, no es hasta el siglo XVII, cuando se refuerza este interés por estudiar todo lo relacionado con el mundo árabe y andalusí.


Así empiezan a multiplicarse las investigaciones y la bibliografía sobre los moriscos y su expulsión. De los autores que emprenden el estudio de este nuevo fenómeno cultural vamos a citar a Bleda[4], que a pesar de ser un inquisidor que propuso la expulsión de los moriscos de Valencia a Felipe III, escribió un libro sobre los árabes de Al Andalus titulado Crónica de los Moros de España, en 1618. Diego Hurtado de Mendoza[5], otro escritor que edita una obra titulada La Guerra de Granada, impresa después de su muerte en 1627, Francisco de San Juan del Puerto[6], escritor de un libro que narra la vida de los frailes en Marruecos, titulado Misión Historial de Marruecos en que se trata de los martirios, persecuciones, y trabajos, que han padecido los Missionarios, y frutos que han cogido las Misiones, que desde sus principios tuvo la Orden Seraphica en el Imperio de Marruecos, y continua la Provincia de Franciscos Descalços de Andalucia en el mismo Imperio, este libro fue editado en Sevilla en 1708. Otros de los escritores que trataron este mismo tema son Fray Matías de San Francisco[7], Horozco[8] y El Padre Caños.

Aunque, también hubo varios escritores e investigadores que se especializaron en el estudio de zonas específicas como Ifni. De ellos vamos a citar al estudioso Alcalá Galiano, Pérez del Toro, Fernández Duro, Álvarez Pérez y Martínez de la Escalera. Mientras en el tema del Sahara Occidental tenemos a Bens, Bonelli, Coello, D’Almonte, Hernández Pacheco, Quiroga, Ríos Juan y Cervera. Y por último vamos a citar a los que se centraron en el estudio de todo lo relacionado con Guinea Ecuatorial, que son Iradier, López Vilches, Borrajo, Navarro, Ramos Izquierdo, Bravo Carbonell, Martos, el Padre Aynemi, Nosti, y por último Fúster[9].


Sin embargo, además de estos escritores, hubo otros que se dedicaron a tratar los temas relacionados con los países africanos, pero no creemos necesario aportar más nombres de autores, ya que tan sólo queremos reflejar el interés que surge en la época por todo lo relacionado con el continente africano, desde el arte y la pintura hasta las costumbres y la lengua. Estos estudios permitían al público español el acceso al conocimiento de este continente desconocido, que se presentaba como un territorio que va a formar parte de la nueva etapa de las conquistas españolas. Por eso el gobierno apoyó económicamente, y cada vez dedicaba más medios a la realización de estos estudios, que le servían para hacer una buena divulgación de lo que va a ser su nuevo continente. Una ambición que no logra llevar a cabo en su totalidad.


La primera etapa del africanismo iniciada en la primera mitad del siglo XIX, no logra tener mucho éxito, a pesar de que España dedicó varios medios al estudio y a la investigación de este territorio. A pesar de que, tenía relación desde hacía siglos atrás con el Magreb, cuando por fin consigue actuar en esta zona lo hace como una potencia ya débil, y por ello se encuentra con todos los obstáculos que le ofrecía su decreciente peso internacional. Estas lamentaciones, por definirlos de algún modo, también fueron recogidas tanto por la prensa que apoyaba esta ideología como por los investigadores y escritores de la época. Sobre esto declara el africanista Jerónimo Bécker lo siguiente:


“A principios del siglo XIX las cosas de Marruecos eran de la exclusiva incumbencia de España y parecía como que todas las naciones, comprendiendo que allí estaba nuestra natural expansión, el porvenir de nuestro pueblo, y que allí nos llamaban altos empeños morales, inolvidables tradiciones, hasta la necesidad de completar geográficamente nuestras fronteras, nos dejaban el campo libre. Pero desaprovechamos el tiempo, consumimos estérilmente nuestras fuerzas en sangrientas contiendas civiles y no cumplimos nuestra misión” [10].


Por lo tanto, es a mediados del siglo XIX cuando España vuelve, por segunda vez a apoyar esta ideología africanista, justo cuando varias naciones en América se independizan de ella, empieza a enviar investigadores que pasan por árabes, para recaudar información y así poder construir un nuevo proyecto que le permita esta vez, por fin realizar su intervención colonial al lado de las potencias europeas que ya habían iniciado su carrera colonial en el continente en cuestión.


Así que a lo largo de este siglo XIX, empiezan sobre todo a aparecer, cada vez con más frecuencia, los relatos de viaje realizados por europeos y españoles a los países árabes, que narran su experiencia en libros de aventura. Esta literatura de viaje conseguirá cautivar la atención de un gran público y logrará perdurar en el tiempo. Por lo tanto, expediciones como las de Domingo Badía Lebrich, José María Murga, Joaquín Gatell y Folch, Emilio Bonelli, conseguirán reunir los datos necesarios para facilitar la tarea de conquistar el territorio marroquí en concreto, ya que estas expediciones fueron financiadas por los distintos gobiernos españoles que se alternaron durante el tránsito de este siglo.



Una de las expediciones más importante fue la realizada por Domingo Badía, que elaboró un plan específico para emprender un viaje de exploración, por el interior de África. Éste se puso al servicio del gobierno de Manuel Godoy a quien le entregó el proyecto el 8 de abril de 1801, y apoyado por el mismo, su objetivo era provocar una sublevación tribal contra el Sultán alawi Muley Sullaymân y “a colocar el sultanato de Marruecos a los pies de España”[11].


Para ello Badía inicia esta misión el 29 de junio de 1803, utilizando la falsa identidad de Ali Bay el Abbasi, un hijo descendiente directo de los califas abasíes que está en fuga por razones políticas, quien será presentado, en calidad de heredero universal de un príncipe sirio, a los altos dignatarios civiles y religiosos de Tánger, y finalmente al Sultán Muley Sullaymân. En su recorrido como Ali Bay, Domingo Badía pudo visitar varios países árabes como Argel, Siria, Palestina, e incluida la Meca, lugar que no había podido visitar ningún extranjero hasta ese momento, además de otros países de Oriente y Europa. Estas hazañas las publicó en francés bajo el título de Voyages d’Ali Bey en Afrique el en Asie, en 1816. Libro que se tradujo al inglés, alemán, italiano, y finalmente al español en 1836, logrando causar una sensación inmediata en el público, en la literatura y en la prensa de la época.



Otra de estas expediciones con fines coloniales que se dedicaron a reunir los datos suficientes para conocer el estado e informar de la situación interna del Imperio de Marruecos, es la realizada por el africanista José María Murga. Este último siguiendo los pasos de Domingo Badía, también utiliza la falsa identidad de un árabe renegado llamado El Hach Mohamed El Bagdadi. Con esta identidad logró recorrer las regiones atlánticas de Marruecos y sus respectivas ciudades. Sus observaciones aportaron una visión importante al “conocimiento del mundo bereber y judío- magrebí en España”[12]. Esta experiencia la publica primero en forma de artículos, que finalmente los reúne en un libro titulado Recuerdos Marroquíes del Moro Vizcaíno, editado en Bilbao, en 1868.

Junto a estos dos importantes exploradores españoles, debemos nombrar a Joaquín Gatell y Folch, que también se hizo pasar por renegado, utilizando el alias de El Kaid Ismail. Es así como logra incorporarse al ejército marroquí, tras la guerra de África, hasta llegar a ser Comandante de la Artillería del Sultán. Después abandona el ejército y ejerce la profesión de médico, dirigiéndose al Sur de Marruecos desde Rabat a la ciudad de Agadir, y luego a los territorios situados al sur del río Sus que han constituido el “sur profundo”[13] y conflictivo de Marruecos.


Además de los ya mencionados hubo otros africanistas que desarrollaron la misma misión que los anteriores, sólo que no lograron trascender, de ellos vamos a citar a F. de A. Urresterau, alias Taleb Sidi Abd-el Kader Ben Edchihibi, Francisco Quiroga y Fernández Duro. Por último, vamos a citar a Emilio Bonelli, quien logra entrar, en 1882, a Marruecos en un viaje de exploración en el que llega hasta el Sahara. Este último se considera como uno de los más activos africanistas españoles. Este Marroquismo español se considera por los entendidos como la variante del orientalismo europeo que llevaron a cabo Burton, Kipling y Lawrence[14].


Todas estas expediciones estuvieron respaldadas por el gobierno central de España y al servicio de la Asociación de Africanistas y Colonialistas, también por la Real Sociedad Geográfica. La prensa del diecinueve también jugó un papel importante en el apoyo de esta ideología africanista, divulgando especialmente las aventuras de Ali Bay y las de Murga. Uno de estos periódicos que trataron este tema es El Eco de Tetuán, que en su tercera edición durante el desarrollo del Protectorado, presenta el viaje de Ali Bay como una obra ejemplar.


Estos expedicionistas fueron considerados durante mucho tiempo como unos auténticos héroes, que con sus aportaciones hicieron de la colonización española en Marruecos una exitosa aventura, que logró restaurar la imagen decadente de España y mantener su independencia. Sobre estos misioneros apunta Luís Sáez de Govantes lo siguiente:

“Moral y voluntariamente se hacen hijos adoptivos de Marruecos. Pertenecen al país donde están, porque el patriotismo no se adquiere únicamente por razones innatas, sino por voluntad de adquisición, de elección. Ellos aman a Marruecos. Y nada mejor para amar a una tierra que penetrar en ella y conocerla a fondo. Por eso estudian. Por eso se hacen arabistas, aprenden el idioma y las costumbres, leen, investigan, observan, se interesan por las cuestiones sociales del pueblo donde viven e intentan conocer todos los problemas des sus gentes. De tal manera se compenetran mejor. Y ello trae sus frutos, aunque, como principio celosamente guardado (…).”[15]


En esta corriente de pensamiento con interés intelectual, económico y político participaron varios centros que financiaban estas expediciones, cuyos miembros eran políticos capitalistas con intereses económicos en Marruecos, además de algún científico curioso, pero especialmente misioneros religiosos que querían evangelizar y humanizar África con una visión etnográfica. Éstos fueron los principales pilares de la presencia española y europea en este continente durante los siglos, XVII, XVIII y sobre todo el XIX.


Drª. Lamiae El Amrani

Doctora en Comunicación y Crítica de la Cultura por la Universidad de Sevilla, maestra en gestión de políticas y proyectos culturales por la Universidad de Zaragoza, y licenciada en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tetuán).


Referencias

_______________ [1] Víctor Morales Lezcano: Africanismo y Orientalismo Español En El Siglo XIX. Madrid, Ed. UNED, 1988. p. 14.

[2] Luís Sáez de Govantes: El Africanismo Español. Madrid, Ed. Instituto de Estudios Africanos, 1971. p. 227.

[3] Luís Sáez de Govantes: op. cit. p. 204.

[4] Jaime Bleda: sacerdote nacido en Algemesí, Valencia, ¿1550?-1622. Fue un inquisidor de Valencia, donde el número de la población morisca era más elevado. Bleda es quien persiguió la expulsión de los moriscos llevando la denuncia al Papa, que no le hizo caso en un principio hasta que el rey Felipe III, llevó a cabo la ejecución de esta expulsión. Sobre este tema escribió el libro Coronica de Los Moros de España, publicado en 1618, donde expone que la expulsión de los moriscos de 1609, había sido resultado de la confluencia de razones de tipo religioso, económico y político.

[5] Diego Hurtado de Mendoza: Granada, 1503- Madrid, 1575, intelectual de la época. Fue un hombre renacentista, historiador, diplomático- Embajador de Italia y Gobernador en Siena- militar y poeta. Escritor de La Guerra de Granada, dividida en tres volúmenes, en 1627, donde refleja sus preferencias a favor de los moriscos idealizando la figura de Abén Humeya.

[6] Francisco de San Juan del Puerto: Este autor era guarda por aquel entonces del Real Convento de Mequinez, en Marruecos, vivió en el transito de los siglos XVII- XVIII. Trataba el tema del islam y del Magreb, junto con una descripción de los ritos y costumbres que observó.

[7] Fray Matías de San Francisco: escritor de un libro titulado Relación del Viage Espiritual a Marruecos del venerable Padre Fray Juan De Pedro, publicado en ¿1611? o ¿1614? en Madrid. [8] Sebastián de Horozco: escritor español, Toledo 1510, ¿? 1580, autor de un Cancionero. Se le atribuyó el Lazarillo de Tormes. [9] Luís Sáez de Govantes: op. cit. p. 204.

[10] Víctor Morales Lezcano: op. cit. p. 62 Véase Jerónimo Bécher: Historia de las relaciones exteriores de España durante el siglo XIX (Apuntes para una historia diplomática), Madrid, 1924, S. p. 411.

[11] Víctor Morales Lezcano: op. cit. p.106.

[12]Víctor Morales Lezcano: op. cit. p. 108.

[13] Ibíd.: p. 109.

[14] Víctor Morales Lezcano: op. cit. p. 108.

[15] Luís Sáez de Govantes: op. cit. p. 220.

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